Tu, amante de la vida, tu enamorada de la vida, tu que luchaste con fuerza, tenacidad y terquedad hasta lo último contra la enfermedad, contra la muerte. Ahora la casa está vacía, ya no es lo mismo. Sigo oyendo tu voz, mellada en el tiempo pero nunca por las adversidades de la vida, siempre dulce y nunca dura que me llama desde la cama.
Tu forma única de ser tú misma, tu inevitable cuidado de ti misma a pesar de tu edad.
La plata de tu cabello y el azul de tus ojos. Demasiado grandes para tu cara demacrada.
Y luego la otra noche.
Estaba despierto, sé que estoy seguro.
Estabas ahí, en la puerta, te vi.
Y vigile mi sueño. Tus ojos estaban vivos.
Tú y yo juntos de nuevo, rompiendo el misterioso muro de lo desconocido.
No hay palabras excepto mi sorpresa.
Un instante, un solo momento y luego nada más.
Y otra vez la fuerte melancolía por la ausencia de ti, fue reencendida en mí.
Te extrañamos, también estoy seguro.
El amor no tiene fronteras, sobrepasa los obstáculos y las barreras impensables.
Tu abuela, regresaste para hacerme entender eso.
Gracias abuela, cuida de mí como un ángel celestial.
Y cada latido de mi corazón es una incesante oración por ti.