Randall, un inventor mediocre y padre en apuros, visita la tienda de antigüedades del señor Wing y compra un regalo navideño muy especial para su hijo Billy: un mogwai (en idioma cantonés, espíritu maligno) de nombre Gizmo.
Como no puede ser de otra forma, cuando las reglas se rompen se desata el caos. Y aquellos pequeños monstruos de piel verde, grandes orejas y mucha mala leche han quedado grabados en la memoria de todos.
Esa es la historia de los gremlins conocida por muchos; un producto cinematográfico ochentero que al contrario de lo que pueda parecer, no fue el origen de esas peculiares criaturas.
La primera controversia surge con el origen de la palabra gremlin. Para algunos, deriva del antiguo término británico gremian (reventar, fastidiar, enojar). Otro posible origen es el verbo germano griemelen/grimmelen/gremelen. Una tercera posibilidad sería su procedencia gaélica, en concreto del término gruaimin (pequeño malhumorado).
Sea cual sea su origen, el término gremlin comenzó a utilizarse en el argot de los aviadores de la Royal Air Force (RAF) en Malta, Oriente Medio e India. Una de las primeras referencias escritas de estos seres apareció publicada el 18 de abril de 1942 en el número 13 del Royal Air Force Journal. Hubert Griffith cuenta que la creencia en los gremlins se remonta a la I Guerra Mundial.
13 años antes, el 10 de abril de 1929, la revista Aeroplane publicó un poema en el que se describe a los gremlins de una forma muy peculiar. El siguiente es un extracto de dicho poema (la traducción puede no ser 100 % exacta, pero sí muy aproximada):
Esta es la historia de los Gremlins
(…)
y créeme, patán, es cierta.
Cuando estés a siete millas de altura en el cielo,
lo que es un infierno de soledad,
y estés a cincuenta bajo cero,
lo que no es precisamente calor.
(…)
Cuando estés a miles de millas de ninguna parte.
(…)
Entonces verás a los Gremlins,
verdes, amarillentos y dorados,
masculinos, femeninos, asexuados,
Gremlins jóvenes y también viejos.
No es bueno intentar esquivarles,
lo que has aprendido en la base
no te ayudará a librarte de un Gremlin,
aunque te eleves, bajes o zigzaguees.
El blanco moverá tus alas,
los machos borrarán tus mapas,
los verdes se beberán tu anticongelante,
las hembras agitarán tus alerones.
Los rosas (…) harán piruetas sobre tu hélice,
hay un gremlin redondo de mediana edad,
que girará sobre tu cola como una peonza.
Estropearán los objetivos de tu cámara,
masticarán los cables de tu alerón,
los doblarán, romperán y destrozarán,
meterán horquillas entre tus llantas.
Y esa es la historia de los Gremlins,
como la cuenta la PRU,
(P)robablemente (R)ara e in(U)sual para muchos,
pero un hecho, a pesar de todo, para unos pocos.
Son muchos los testimonios de aviadores que narran sus supuestos encuentros con gremlins. Muchos de los pilotos afirmaban haberlos visto manipulando sus aparatos. El folklorista John Hazen describió cómo en una ocasión encontró un cable partido con visibles marcas de dientes, en una zona innaccesible del avión. Aseguró haber escuchado una voz cavernosa que le dijo: ¿cuántas veces debo decirte que obedezcas órdenes y no te metas en lo que no sabes hacer? Así es como se hace. En ese preciso instante, oyó un nuevo ruido y otro cable partirse…
Las descripciones de los gremlins eran sorprendentemente parecidas, incluso entre pilotos enemigos: medían aproximadamente 40 centímetros, con cabezas y orejas grandes, sonrisa siniestra y enormes colmillos. Reportaron también su intolerancia a la luz brillante.
Los pilotos afirmaban que los gremlins aparecían de entre las nubes y caían en picado sobre el morro del avión. Aunque se popularizaron durante la II Guerra Mundial, algunas fuentes afirman que existen testimonios que se remontan a la I Guerra Mundial, aunque no existe constancia gráfica alguna.
Los escépticos no tardaron en afirmar que el estrés del combate y la falta de oxígeno a grandes alturas podían causar tales alucinaciones. Del mismo modo, era la excusa perfecta para justificar los habituales fallos mecánicos que se producían en los aviones, en una época temprana en la que la fiabilidad era mucho menor que en la actualidad. Algunos pilotos, incluso, llevaban en la cabina pequeños muñecos de trapo emulando gremlins, como protección o amuleto frente al posible ataque de dichos seres.
Por otra parte, se considera que el escritor Roald Dahl (Charlie y la Fábrica de Chocolate, Matilda…) fue el primero en dar a conocer a estas criaturas fuera del ámbito de la aviación. Cuando cumplía su servicio militar en el 80º escuadrón de la RAF en Oriente Medio, sufrió un aterrizaje forzoso en el desierto libio. En 1942 escribió la novela Los Gremlins, en la que llamaba a los gremlins masculinos widgets y a los femeninos fifinellas. El manuscrito llegó a Walt Disney, quien consideró hacer una película que finalmente no se realizó, aunque la historia sí fue publicada a finales de 1942 en la revista Cosmopolitan.
Termino este artículo con un par de curiosidades referentes a nuestros perversos protagonistas. En 1963, un capítulo de la conocida serie En los Límites de la Realidad (The Twilight Zone) titulado Pesadilla a 20000 pies (Nightmare at 20000 feet), dirigido por Richard Donner, mostraba a un gremlin atacando a un avión. Un pasajero (William Shatner, el capitán Kirk de Star Trek) observa aterrorizado cómo una criatura de aspecto simiesco comienza a destrozar uno de los motores del ala del avión en el que vuela. Lo toman por loco cuando Shatner destroza una de las ventanillas en pleno vuelo para ahuyentar de un disparo a la extraña criatura…
Por último, y como curiosidad literaria, el término gremlin se ha incorporado a la jerga de las editoriales e imprentas y de los correctores de textos, sobre todo para referirse a aquellas faltas de ortografía, de gramática, errores tipográficos y similares que aparecen en un texto publicado, incluso después de haberlo repasado en varias ocasiones antes de su publicación. Se supone que dichos gremlins aparecen en el camino entre el corrector de textos y la imprenta.
Esta es la historia de los gremlins; unos personajes con una curiosa historia que, como hemos comprobado, va mucho más allá de la mítica película ochentera de Joe Dante.