Juan Verdaguer encarnó a un tipo de cómico por demás particular, que detestaba el “humor pornográfico”. Su elegancia era muy seria, un varón elegante que impuso un uso con su puro y su saco smoking. Tuvo una recorrida artística de 70 años.
Conocido como «El refinado del humor», el cómico nacido en Uruguay empezó su carrera cuando era niño en el circo en el que trabajaban sus padres en Argentina.
Así, se formó en las virtuosismos circenses. Pero una oportunidad fortuita alteró su previsible destino de malabarista. Su número consistía en causar equilibrio entretanto tocaba el violín en la cumbre de una escalera de cinco metros.
Un término se le cortó una cuerda, seguidamente se le cortó otra, y para encubrir el detestable vacío de esa calamidad, empezó a recitar un chiste, luego otro y otro, aun que el público olvidó a carcajadas su accidente original. Con los años, y a partir de los continuos cambios de estatus artístico (del circo pasó a los casinos, de los casinos al vodevil, del vodevil al cine, del cinematógrafo a la televisión) fue puliendo su hallazgo, hasta modelar el divo que se escapó de todos los clisés chistosos.
En sus números solía tocar su violín, subía escalas equilibrándose y caracterizado por su humor al contar chistes de clase y de salón. Incluía en sus pitorreos tanto a su suegra como a su mujer, es aquí adonde América adquiere la cultura del humor familiar.
Quienes lo conocían aseguraban que Verdaguer daba vueltas siempre en torno a los mismos asuntos: la suegra, la mujer, el apego. Pero tenía una desenvoltura y una cintura humorística que le permitían reciclar eternamente sus relatos y monólogos.
El decía, con razón, que “no hay chistes viejos sino oyentes nuevos”, y además reconocía que esos oyentes nuevos estaban cogidos en una era regida por la “pornografía humorística”. Tenía la esperanza, empero, de que “el público se va a cansar de tanta grosería”. Verdaguer no sólo se destacó en Argentina, adonde basó su carrera, sino que brindó numeros en diversos pueblos de América Latina y inclusive filmó una película en China con el amigable histrión argentino Luis Sandrini.
Recorrió mucho planeta. Estuvo en Estados Unidos, México, Perú, Panamá, Australia. Filmó una cinta con Luis Sandrini en China que se llamó «Cumanchín». También viajaba mucho a Chile, a Uruguay, a Brasil. Sin embargo, el comienzo humorístico en televisión que lo catapultó a la fama fue en 1961 con su número «Este loco, loco hotel», en el entonces flamante Canal 13 de Buenos Aires.