Presente desde hace más de 50 años en la mesa y en la mente de los argentinos, Cachamai se ha convertido en un genérico de las tisanas a base de yerbas. «Un Cachamai, por favor» se ha resumido en el latiguillo que utilizan muchos comensales anhelantes de tomar un té digestivo en un restaurante.
Su renombre habla por sí mismo. De patria quechua, significa «hierbas que hacen bien». Y es éste evidentemente el objetivo de la marca: transformar géneros naturales y beneficiosos a través de sus líneas de té y yerba mate Cachamate.
Las hierbas que utiliza crecen en la altitud de las sierras y al amparo de fuertes vientos. Recolectarlas implica un quehacer prolijo y paciente, que requirió en sus principios organizar la zafra con los moradores de las zonas serrana y andina, originando una importante fuente de labor en pueblos adonde escaseaba.
En aquel entonces, consentir a estos despoblados territorios asimismo representaba un desafío y podía hacerse solamente con el favor de burros, causa por la que la figura del burrito es el emblema de esta marca. La empresa comenzó como una pyme rosarina dedicada a la herboristería. En 2005 fue adquirida por la familia Werthein y, a partir de ahí, alcanzó un incremento del 400% en sus ventas y conquistó mercados externos como Estados Unidos, Japón, Corea, Rusia, Ucrania, España e Israel, entre otros.
Por otra parte, tras una serie de inversiones y expansiones, su planta principal, ubicada en Villa Gobernador Gálvez, tiene ahora una espaciosidad de 25.000 metros cuadrados y grupos con la última tecnología.
Pero el desarrollo no opacó la memoria de sus inicios. La compañía igualmente colabora con los microemprendimientos de floriculturas de yerbas departamentales. Ni más ni menos que mantener las fuentes que antes generó.