Torino, Falcon y Chevy. Tres nombres que perduran a través de los años y todavía despiertan pasiones encendidas que pueden terminar en discusiones.
Después de alcanzar un éxito relativo con el Nova, General Motors comenzó a desarrollar en su Centro Técnico de Michigan y conjuntamente con el estudio Fischer Body, un auto capaz de suplantar a su antecesor.
Robusto, rígido, habitable y con un diseño atractivo. Esas eran las premisas básicas de las que no se podían apartar los diseñadores.
Corría 1968 cuando en los Estados Unidos se lanzó el producto de aquel desarrollo bajo el nombre de Chevy.
En nuestro país la historia corrió por carriles más o menos similares, ya que la gente de General Motors de Argentina debía reemplazar al Chevrolet 400 que comenzaba a parecer algo antiguo con respecto a sus competidores, el Falcon y el Torino.
La estrategia de marketing, por decirlo de alguna manera ya que por aquellos tiempos esos estudios eran absolutamente secundarios, se basaba en concebir un auto capaz de competir con el Falcon en la versión standard y con el Fairlane, un vehículo de mayor envergadura y con infinidad de componentes importados que elevaban su precio.
El proyecto fue celosamente guardado bajo candado de siete llaves y llevaba el nombre de 447. Para realizar los estudios iniciales se importaron cinco modelos: dos 250 -uno standard y otro de lujo-, una Cupé con motor V8, otra automática y una tercera con preparación Yorno.
Las pruebas fueron intensas y el Chevy aprobó el examen. Las huestes del ingeniero Baamonde concluyeron que los 1.600 kilos se trasladaban de manera confortable y segura. El 16 de agosto de 1969 comenzó la producción -en su versión STD- tras una inversión de 32 millones de dólares, una verdadera exorbitancia para la época.
Los memoriosos recordarán que la presentación se realizó en el Hostal del Lago, donde se exhibieron cinco unidades. En el lanzamiento se conocieron dos versiones. Una STD, equipada con el archiconocido motor 230 con 137 HP y caja de tres velocidades y otra opción más «tuerca» (vamos a hablar con el vocabulario de la época) con 150 HP disponibles.
Lo más destacable era la incorporación de elementos de seguridad, como la promocionada columna colapsable o las luces de emergencia. En lo referente al chasis, se incorporó un semi-bastidor, abulonado a una estructura autoportante, que le confería mayor robustez que al 400.
A poco de su lanzamiento, el Chevy se convirtió en un automóvil codiciado, tal como rezaba el slogan ideado por McCann Ericksson, la agencia de publicidad de General Motors: «Chevy, la gran tentación», representado por una manzana mordida. Inmediatamente Ford bautizó al Falcon como «El come manzanas». La rivalidad comenzaba a tomar cuerpo.