Corría el año 1942, entretanto se desarrollaba la Segunda Guerra Mundial, y el médico yanqui Harry Coover adjunto con Fred Joyner trabajaban en los laboratorios de Kodak en exploración de un material transparente adecuado para las miras plásticas de los fusiles. Así Coover creó el cianoacrilato de metilo, sin embargo era casi increíble emplearlo porque era demasiado pegajoso y se adhería a todo.
Nueve años seguidamente y tras haber sido trasladado a la planta industrial de Kodak en Tennessee, se volvió a hallar con los cianoacrilatos monómeros. Supervisaba el trabajo en un bosquejo experimental de plásticos resistentes al ardor para toldos de aviones. Nuevamente parecía ser un dolor de cabeza el material, sin embargo Coover al acabamiento notó que había poco interesante en el mismo.
Se dio cuenta que estos aglutinantes tenían propiedades únicas en el sentido de que no necesitaban calor o presión para pegarse y que la unión era inmediata y extremadamente resistente. Hicieron indagaciones de laboratorio con distintos propósitos y todos los que utilizaron quedaban unidos de manera permanente.
Ahora, consciente de que se trataba de algo importante, patentó el producto como “alcohol-catalyzed Cyanoacrylate Adhesive Compositions/superglue” y comenzó a afinarlo para gestar su comercialización. Kodak comenzó a producirlo bajo el nombre “eastman 910” y lo lanzó al mercado en 1958, 16 años posteriormente de su descubrimiento preliminar.
Más delante, durante la Guerra de Vietnam, los cianoacrilatos fueron utilizados para el tratamiento de las heridas que presentaban los soldados. Los operadores sanitarios en el terreno comenzaron a implementar la sustancia rociándola sobre heridas abiertas, consiguiendo aplacar de inmediato el sangramiento y facilitando su traslado de los pacientes a instalaciones terapeuticas para ser tratados de forma adecuada.
Otra singularidad del adhesivo es que en todas partes se le conoce con distintos nombres. Por ejemplo, en países como Argentina, Bolivia, Chile y Uruguay se comercializa como “la gotita” (en referencia a que basta una gota para pegar cualquier cosa); en Colombia y Venezuela se le llama “pega loca”; en México es “kola loka”; y en Ecuador se le llama “la brujita”.