Originalmente se televisaron dos películas donde el Sr. Roarke y Tattoo tenían papeles menores. Entre 1978 y 1984, la serie fue protagonizada por el actor mexicano Ricardo Montalbán como el Sr. Roarke, enigmático anfitrión de una isla misteriosa en algún lugar del océano Pacífico, donde la gente piensa cumplir sus fantasías sin importar su índole, previo pago de 50 000 dólares y a condición de que no revelarán nada acerca de su visita al lugar.
Roarke fue conocido por su famoso traje blanco y modales refinados e inicialmente estuvo acompañado por su enérgico asistente, el pequeño «Tattoo» (Hervé Villechaize) quien acostumbraba anunciar la llegada de los visitantes con su frase «¡el avión, el avión!» mientras repiqueteaba una campana. Luego se uniría una chica de nombre «Julie» (Wendy Schaal) y finalmente
«Tatoo» sería reemplazado en 1983 hasta el final de la serie en 1984 por «Lawrence» (Christopher Hewett) actor que posteriormente se haría famoso por Mr. Belvedere.
Al momento de la llegada del hidroavión a la isla los huéspedes desembarcaban y Roarke le explicaba a Tattoo la fantasía de cada uno de ellos y que las cosas no saldrían siempre como esperaban. Posteriormente se les daba la bienvenida
Si bien en las primeras películas Roarke tenía un carácter casi malévolo, en las series es más benevolente aunque un tanto sobrenatural sin que se llegue a explicar el origen de sus aparentes poderes. Esto hizo que en una ocasión desafíe al diablo quien pensaba apoderarse de su alma; también en ocasiones usaba sus dotes mágicos en ayudar a sus invitados (y en ocasiones al mismo Tatoo).
Roarke tiene un estricto código moral, pero siempre es benevolente. Por ejemplo, en una ocasión una niña pagó 10 dólares de su alcancía por su fantasía. Siempre trató de hacerles ver a sus invitados una importante lección de la vida a través de su deseo (aunque éste fuera el último de su vida). Las fantasías a veces incluían un riesgo para la vida del visitante, pero siempre al final Roarke llegaba al rescate.
Salvo algunas ocasiones, nunca se permitía que los visitantes se quedaran en la isla una vez cumplidos sus deseos.